domingo, 23 de mayo de 2010

Barcelona

Llegué el primero, como casi siempre. Tras un paseo por esas preciosas calles llegó Sejo.

Y Topo, poco después.
Llevaba varios tetrabriks de zumo de piña. Está siempre en todo. Nos los bebimos para endulzar un poco nuestro néctar y fuimos desfilando hacia nuestro destino.

Una vez que estábamos en el piso me dejaron pasar a la habitación de las chicas y poder entregarles los bombones que les había llevado. Los bombones estaban dentro.
Mis queridísimas MaríaG (que era una sorpresa) y Rosa Amor. Y las chicas que no conocía: Anna y Rebeka.
Las saludé y ya me empezaron a entrar escalofríos. Hacía mucho pero mucho tiempo que no veía un cuerpo tan espectacular. Todas lo tienen pero Rebeka me quedó sin habla. Sus fotos, no sacan ni la cuarta parte de lo hermosa que es.
Salí como pude de allí y me uní a los chicos. Poco más tarde, comenzó la fiesta.

Champán o cava (hace ya más de un año de aquello) y fresas. Las chicas nos las ofrecían de la forma más sensual, de su boca o de su ombligo. Nos tomamos alguna copita para brindar (y además brindaron por mi cumpleaños) y eso fue mi perdición.

Nos trasladamos a la planta de arriba, ya sin ropa, y comenzó lo que todos buscábamos.

A Rebeka no la dejaban ni a sol ni a sombra como era lógico. A las demás, tampoco, pero estaban “un poquito” más libres.
Y conocí a Anna. Había una cama libre y la aproveché con ella. Lástima que la tenga tan lejos. Pude disfrutar con ella en varias posturas.

Después llegó algo que llevaba esperando mucho tiempo. Rosa se puso encima de mí y así estuvimos poco tiempo hasta que llegó otro compañero. Los chicos siempre decimos que no nos fijamos pero era imposible. Pensé que “aquel” miembro nos atravesaría a Rosa y a mí pero afortunadamente no fue así. Rosa lo disfrutaba y yo, viéndola a ella, más aún.

Tras un ligero descanso, volví a las andadas. Anna estaba de nuevo “libre” y de nuevo estuve con ella.
Y ahí terminó la fiesta para mí. Empecé a sentirme raro y encima, “mi amigo” se echó a dormir.

Disfruté viendo lo que quedó de la fiesta y tras una ducha, nos fuimos a cenar. La cena consiguió que volviera a ser yo y además tuve el placer de charlar bastante tiempo con Anna. Encantadora, es decir muy poco.

Despedida y vuelta al hotel.

Anna y Topo, dos personas maravillosas.

Mi queridísima Princesa, más de lo mismo. Aunque tuve que esperar un tiempo para comprobarlo.

Conclusión, el champán y yo somos incompatibles.

sábado, 1 de mayo de 2010

Un trío

Hacía mucho tiempo que rondaba por mi cabeza.

Pero si con alguien quería hacerlo era con Rosa. La otra chica, me daba igual. Eso sí, prefería que fuera de su gusto.

Y por fin llegó el día.

Yo llegué el primero. Como un buen caballero. Rosa llegó a continuación.

Como las habitaciones se contratan por horas, fuimos subiendo. Rosa estaba tan hermosa como siempre pero esta vez por mi cabeza rondaban otros pensamientos: ¿será guapa? ¿disfrutaré yo? ¿disfrutarán ellas?

Una vez en la habitación, Rosa me dijo que fuéramos empezando nosotros. Y a Rosa no se le puede negar nada. Cuando llevábamos unos minutos en la cama, llamaron a la puerta. Y ante mí, apareció María.

Como la película de Robert Mitchum : “Cara de ángel”. No era la típica cara guapa. Era mucho más. Tenía esa cara de no haber roto un plato en su vida pero a la vez desprendía una sensualidad que hizo que mi cuerpo ardiera en muy pocos segundos.

Por esa época no era de los chicos que buscaran chicas “delgadas”. Unos pechos “generosos”, un cuerpo muy bien moldeado. Y cuando se dio la vuelta vi uno de los mejores traseros que he visto en mi vida. Echó por tierra todos mis gustos sobre las mujeres.

No sé como estaría ella. Yo estaba como un flan. Pero tardó muy poco en quitarme los nervios.

Se metió en la cama y empezó a besar y a meter mano a Rosa. Ellas ya lo habían disfrutado antes y eso ayudaba.

Soy un bicho raro. Las escenas lésbicas no me suelen excitar mucho pero aquello era distinto. Y más cuando María empezó a besarme. Rosa tampoco se quedó quieta y entre las dos hicieron conmigo lo que quisieron.

Las besé y me besaron. Las devoré y me devoraron. Exploré todos sus rincones. Unas veces las dejaba a ellas y disfrutaba mirándolas. En otras muchas deseaba tener más manos.

Había estado antes con 2 chicas. Pero más bien había sido un duplex.

Aquel día fue un trío. Con todas las letras. Se entregaban en cuerpo y alma. Se las veía disfrutar. No pensé que saldría vivo de allí de tanto éxtasis.

Cuando nos marchábamos, le pedí su teléfono. Se marchó y pensé que, seguramente, no volvería a verlas juntas.

Afortunadamente, me equivoqué. Eran amantes.